FOTO; Eduardo Porcuna
El pasado lunes
ocurrió algo mágico, algo fuera de lo normal, de estas cosas que solo se ve una
vez en la vida. Lo que vi el pasado lunes me hizo recordar de todo lo que es la
tauromaquia; que puede ser bello, artístico, mágico, sublime, intenso, hermoso, profundo
y siempre real, todo lo que hay en el toreo es pura y verdadera. Todo a la vez en una
gran sopa de energía, de la cual beben todos los que se sienten identificados con
este arte. Me hizo recordar también de porque soy yo morantista, a lo largo de
esta temporada me iba perdiendo fe en este torero, ni me emocionó ver su faena
en la Maestranza, pero ya puedo decir que me pasión por este torero está
totalmente revitalizado.
No pensaba yo el
pasado lunes que iba a ver nada especial, fue un día muy tranquilo y muy
normal. Descanse en el sol, leí un poco, nos hicimos una paella en nuestra casa
y tome además alguna cervecita. Pero ocurrió a una amiga de Facebook la idea de pasar a todos nosotros los
videos de la corrida del mano a mano de Aranjuez. De tal forma el lunes pasó de
ser un día muy normal a un día muy interesante. Aun así las cosas no se
redondearon al principio, en los tres primeros toros simplemente no sucedió nada grande,
detalles sí, pero solo detalles. Y yo me quedé viendo el desarrollo de la corrida con nada más que curiosidad. Pero en el cuarto de Alcurracén El Juli dibujo
una gran faena y cortó dos orejas. ¿Llegara el momento de Morante? Pensábamos
todos.
Pues dicen que no
hay quinto malo y mientras que Morante se sentó en la barrera esperando la
salida de su tercer oponente todos repetían esta frase “no hay quinto malo”. Cuando salió el toro el de La Puebla lo esperó tranquilo cerca de tablas para que sorprendiera a todos con un vistoso farol, improvisado, limpio y vistoso
que fue seguido con un ramillete de verónicas y chicuelinas cargando la suerte
y metiendo el cuerpo. Al segundo toro de Morante, un hermoso toro castaño lo
quitaron todas las fuerzas pegándole un puyazo muy excesivo, esta vez hicieron
el bien de cuidarlo en el peto. Una vez finalizada el encuentro entre toro y picador Morante comfirmó que ese era el toro del triunfo con una demostración sublime de toreo de capote cargado de empaque y torería.
Toda la faena fue
una lección magistral de tauromaquia con gracia torera y un sentido del duende presente en cada uno de los muletaos realizados con este estilo inconfundible del morantismo.
Durante cada minuto de su faena la plaza se vibró de emoción; toro, torero y público se fundieron en un solo objeto a
través de esta energía mágica y misteriosa que crea la tauromaquia, hasta llegaron a mi todas estas sensaciones
viéndolo por una pantalla. Hasta el toro parecía estar enloquecido por los
templados vuelos de la muleta del genio de la puebla y los persiguió con raza y
gran fijeza a lo largo de toda la faena sin cansarse o venirse abajo. Hasta los toros disfrutan del toreo de Morante cuando está en
plenitud, o este al menos si lo hizo.
La faena fue
una exhibición de la tauromaquia sevillana, pero sobre todo la tauromaquia
del torero genial de La Puebla Del Rio. Hubo pases en redondo por ambos manos que duraron una eternidad, pases de
pecho de grandeza monumental con los pies juntos y firmes, ayudados y trincheras de una gracia torera que ni se
imagina en los sueños más profundos de los aficionados que duermen cada noche
pensando en esta faena perfecta. Cada pase era una referencia enciclopédico al buen toreo, cada movimiento una referencia a lo que significa la palabra
“torero” y lo que es la torería en su esencia más pura. Y el duende ¡hay! Ese duende que convierte la obra de un torero en un misterioso baile entre lo brillante y lo profundamente oscuro que toca el parte más hondo del corazón de los taurinos, ese duende estaba ahí. Todo fue rubricado con una estocada monumental que hizo caer sin puntilla al toro que fue tocado con delicadeza por Morante en sus últimos momentos de vida, "adiós torito bravo, ya puedes descansar". Dos orejas pera el genio y una gran ovación
para el toro que hizo posible todo esto.
El pasado lunes
se vió en Aranjuez algo realmente bello, algo que nunca se olvidará y que no se
debe de olvidar nunca. El pasado lunes vimos, los pocos afortunados el concierto de
Morante en Aranjuez, un concierto de pureza, duende torera y de múltiples
emociones y sentimientos. El concierto de rock la podéis ver en muchos sitios y
muchas ocasiones, sin embargo, este concierto, el de Morante en Aranjuez no la
volveremos a ver nunca más en ningún otro sitio. Habrá esta gente que seguirán diciendo
que ellos han vivido tardes increíbles y experiencias inolvidables en los
conciertos de sus bandas y sus músicos preferidos, pero somos pocos, muy pocos, los que cuando les oímos decir esto pensaremos, “a lo mejor fue muy bueno este
concierto, pero no fue el concierto de Morante en Aranjuez”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario